La función está a punto de acabar...
A tan solo un día de la clausura de esta sala de teatro ético y social, mis actores me han asaltado el camerino y han tratado de convencerme para que siguiera. Cierto es que me lo he pensado, porque no me disgusta ser actriz de este teatro que es el mundo. Pero mi abuelo siempre dice que es bueno dejar que las etapas vayan pasando poco a poco por nosotros, que es ley de vida o algo así (ahora vas y lo cascas, Erikson).
Cuando empecé este semestre, recuerdo que tenía unas gafas rositas, que me hacían ver el mundo desde esa perspectiva humanitaria, moral y ética propia de cualquier actor de la Educación Social. ¿Saben qué? Hace varios días cambié de gafas. Y, además, de verdad. Ahora son azules. El problema es que no acabo de acostumbrarme a ellas. Quizá necesite más tiempo para asimilar cómo me hace enfocar el mundo; esa nueva perspectiva más profesionalizada y crítica de los asuntos sociales en todas sus vertientes, incluyendo la tecnológica.
Y puestos a despedirnos, pues ya vamos a echarle un poco de emotividad al asunto, hombre.
Me despido de los domingos por la noche como evaluadora; del bizcocho que no crece de María, cuyo sabor me alegraba las tardes de eXe-Learning y Stopmotion. Digo adiós a todas las críticas que han recibido mis críticas (qué redundante todo). Me despido fervientemente del pepino y del mejillón, que tantos disgustos y ataques de risa nos han costado y, aprovecho para agradecer, desde aquí, a la chica del supermercado que nos vendió dos únicos mejillones, previa explicación razonable del por qué. Me despido de los juegos de simulación por una buena temporada, porque ya quedé traumatizada con las 105 muertes que produje en Stop Disasters y la culpabilidad que me acompañó durante toda la tarde.
Pero de quién realmente me quiero despedir es de mi grupo de trabajo. A ellas no les corresponde un adiós. Por suerte, podré aguantarlas en cosa de 4 meses de nuevo (¡gracias al cielo, un respiro!).
Te veo el año que viene, María; te veré a ti y a tu asertividad y seguiré pensando que eres el ángel que me guarda aquí en Cáceres. Hasta la próxima, Sara; sigue siendo tan dulce como eres y no permitas que nadie rompa esos ideales tan férreos que has forjado en tu cabecita. ¡Bea, en cuatro meses estás otra vez de camino a Cáceres a mi lado en el coche! Mientras tanto, procura romper esa vergüenza que te caracteriza, que el mundo no puede perderse tu forma de ser. Y, por último, hasta que nos volvamos a ver, Mar; sigue siendo tú misma, pero sigue buscando esa versión 2.0 de ti misma, que sé que conseguirás todas tus metas.
¿Saben ese telón rojo con dobleces de los teatros? Este ya se está cerrando...
No suenan aplausos, pero yo tengo una imaginación muy vívida.
Sin más, mi último verso en forma de canción.
Hasta siempre.
Isabel Dávila.