Ya lo dijo Charles Chaplin: "la vida es una obra de teatro que no permite ensayos..."
Todos necesitamos el monóculo de la felicidad, las gafas de la alegría, las lentes de la compasión. Porque somos seres humanos, sociales por naturaleza. ¿Cómo es eso de ayudar desde el corazón?
Pobreza se levantó y miró a su alrededor. Indiferencia paseaba a sus hijos como si de perros se tratasen, atados de correas, bien educados; llevaban los ojos cerrados y no veían... o no querían ver. Después, Pena la miró y dejó caer un gajo de Suerte entre sus manos, que temblaban por el frío. Ayuda no sobrevolaba aquel día los párpados de ningún ser humano y Pobreza elevó la mirada al cielo, en su busca. La helada de la noche anterior se había acomodado en sus huesos, pero Bondad se negaba en rotundo a cederle la mano de su hija Esperanza.
Nadie sabe qué fue de Pobreza, que un día, ataviada con una manta y un abrigo carcomido por el pasar de los años, decidió abandonar a Mundo. Días después, Ilusión la encontró soñando con la eternidad y, sorprendentemente, Pobreza sonreía.
A todos aquellos héroes de la calle, sin nombre ni cartera, a los que el mundo les niega la oportunidad devivir. A los que superan las dificultades sin el verde todopoderoso, sólo con sonrisas.
El mundo está lleno de colores. Así que ya saben ustedes por dónde van los derroteros de esta crítica (o cualquier otro nombre que quieran darle, no me importa).
Tantos como personas, diría yo.También hay personas de colores. Están los que se ponen verdes de envidia, rojos como un tomate, morados de comer, los que se quedan en blanco y los príncipes azules.
Y qué curioso, oiga. El negro siempre tiene connotaciones negativas si hablamos de modismos españoles. Oigo mucho decir a mi vecina: ¡Ay, Isabel! Que mi niño me tiene negra con estas notas; cuando llegan los exámenes, la frase de moda en mis grupos de Whatsapp es: "Yo lo veo todo negro... me van a crujir"; o lo más típico: "¡Cuidado! ¡Un gato negro! No lo mires, que da mala suerte".
Imaginen a Luisito, un niño que, desde su nacimiento, comienza a escuchar términos y modismos como estos dentro de su casa. ¿Cómo comprenden ustedes que esa criatura va a asociar el color negro con algo bueno o bello? El poder de las palabras es tal que influye hasta en nuestros propios pensamientos y actitudes.
Sí. Hablo de racismo. Luisito es un racista latente, en potencia. Cuando salen a comprar, el pequeño mira embobado el color negro de la piel de un señor que hay sentado en la puerta del supermercado. Mamá lo coge de la mano y tira de él. "Luisito, apártate de ese señor". Él no lo entiende, pero va a portarse bien, para que su mamá no se ponga negra como ese señor. "Mamá está más guapa blanquita, con los mofletes rosa".
El racismo es cuestión de educación, señores. Comportamientos relacionados con esta actitud discriminatoria provienen de la base educativa que el niño haya cimentado. Por eso es llamativo el hecho de culpar a la propia persona de ser racista. Yo estoy de acuerdo con eso de "racista no se nace, se hace". Y la triste realidad es que valores como estos siguen inculcándose cada vez más a los más pequeños por parte de los propios padres.
Muchas tardes, cuando estoy en mi pueblo, me acerco al parque y escucho con atención las conversaciones que tienen los abueletes sentados en los bancos. "Pues yo no sé. Estos negros nos inundan. Pues mi vecina se ha casado con uno, vaya vida va a tener. Vienen a España a quitarles el trabajo a los que están aquí. Normal que mi nieto se haya tenido que ir a Alemania a buscarse la vida". Me come la impotencia. Me dan ganas de ir a explicarles que esa persona de color al que él desprecia tiene a sus espaldas el peso de 3 hijos pequeños, que ha entrado en España jugándose la vida y que lo único que busca es un sustento, aunque sea el más precario de todos. Pero me replanteo la situación y pienso que ya no son niños y, para su propia desgracia y la mía, como futura Educadora Social, cambiar una actitud supone tiempo, además de bastante flexibilidad y plasticidad mental, que a edades avanzadas ya suelen haberse perdido.
Y me da pena.Y pena de la mala, además. Se cree (con mucho orgullo, dicho sea de paso) que la sociedad moderna ha avanzado en todo, que somos la modernidad y el descubrimiento. Qué confundidos estamos. Hemos crecido en la superficie, en la presencia, pero la base, la esencia sigue estanca. ¿Cómo es posible que hayamos desarrollado conocimientos que nos permitan abrir a una persona, sacarle el corazón y sustituirlo por otro cuando no podemos, sencillamente, establecer igualdad entre el color blanco y el negro? Los colores se aprenden de pequeños, repito.
Somos personas, por amor al cielo. Un alma, una mente, ojos, piernas, manos y boca. Vamos a hacernos un favor a nosotros mismos y vamos a quedarnos con lo bueno del color negro: a todos nos gustan los helados de chocolate negro, el paraguas de Mary Poppins era negro y la hacía volar, el café negro es un placer que nadie debería perderse, Martin Luther King y Nelson Mandela son la encarnación de la paz en la Tierra y sobra decir cuál es el color de su piel.
Hasta aquí mi crítica. Tan solo me queda añadir un pequeño detalle: educar a un niño en la igualdad es, salvando las distancias, como poner a punto un coche antes de una carrera. No nos va a fallar cuando estemos corriendo y, al final, nos hará ganar.
-¿Cuál de los dos crees que, de grande, va a ser rico?-
-El blanco-
-¿Cuál de los dos crees que, de grande, va a ser pobre?-
Muchas obras de arte de este mundo no están en los museos, aunque se tienen ganado un hueco al lado de la Mona Lisa o La Persistencia de la Memoria.
Desde mi más humilde opinión, los videopoemas son arte en estado puro. ¿Qué mejor manera de expresarse que utilizando tres formas artísticas a la vez? Literatura, vídeo y música. Os regalo mi favorito...
Escandar Algeet es poeta, artista, usador de palabras, despertador de sentimientos. Es joven. Nació en Palencia en el 84, por lo que, si la Ley de Educación de mi época escolar no falla, ahora tiene 31 años. Estudió cine en una escuela de Ponferrada que ya ni existe y terminó en Madrid, donde, intentando hacer pelis, se a-lió con la poesía y empezó a escrivivir. En la actualidad, edita la revista Pro-Vocación, aunque hace algunas cosillas más de persona normal por las calles de la capital.
Entre sus libros, yo me quedo con el que se publicita en el videopoema: "Un invierno sin sol". Es una historia de desamor, aunque el amor de sus líneas quizá me lleve a perderme la trama principal. Y me confundo de sentimiento.
Poesía sin rima. Bueno, a veces. Verso libre, prosa... ya no se sabe muy bien qué se está leyendo, sólo que estás ahí, dentro de la historia, viviéndola, al calor de los sentimientos que te inspira.
Esa es la definición de nuestro grupo. Sí, sí. Bellota.
Dice mi abuelo que la Comunidad Autónoma de Extremadura simboliza una bellota en el mapa de España. La zona de Cáceres sería la "mangurria" o "caperuza", mientras que Badajoz es el fruto propiamente dicho. Bien, pues aquí tenemos mangurrinas y bellotas que rezuman humanidad por todos los poros de su piel.
Sara (Caballero Sanz) tiene 18 veranos (que eso de primaveras ya está muy visto), es de Cáceres y con el chupete le regalaron un manual para la defensa de la vida animal. Me consta que se indigna con facilidad si de injusticias se habla y lleva la pancarta más grande de todas en las manifestaciones. Vamos, que cuidadito con ella, que muerde. ¡Ah, por cierto! Ni se os ocurra mirarla a los ojos, puede ser que os ahoguéis en ese mar azul celeste.
Mar (Bejarano Mangut) tiene veintipocos (nótese el tono irónico y la sonrisilla literaria...), es de Cáceres y la sensibilidad se le escapa hasta cuando se suena la nariz. Es quitapenas. Perdón, quiromasajista. Luchadora nata y versátil en su vida diaria, ha saltado los muros de la indiferencia, la crítica negativa, la necesidad y la confusión mental y se ha convertido en campeona de salto de las Olimpiadas de la Vida a su corta edad. Tiene madera. Y además de roble.
María (Mesonero Domínguez). María es, sencillamente, un ejemplo a seguir. A ella es imposible describirla porque su presencia es su única descripción. La mejor de mis casualidades cacereñas y un alma social en esencia. Se desvive por las causas perdidas y da lo mejor de ella, incluso aunque nadie sepa valorarlo. Es la sencillez hecha humana, que ha derrotado a la tristeza con su sonrisa perfecta.
Bea (Díaz García)es de Villanueva de la Serena (Badajoz) y tiene 18 años. Es estrictamente callada en clase, pero se le disuelven los silencios si nos vamos de cañitas. Comparte conmigo esa innecesaria obsesión por los estudios, que más de un disgusto nos ha costado. Desde fuera, puedo verle el alma y atisbar ese retazo bondadoso que le cuelga de las pestañas.
Y la quinta componente, de Zalamea de la Serena (Badajoz), soy yo, Isabel [No se ha encontrado definición para este concepto. Quizá quiso decir "Sobre mí"].
Ahí queda eso. Los 5 pies que todos le buscan al gato.