II
"La vida es un amasijo de recuerdos,
momentos vividos que se pierden
entre los resquicios de la mente.
Silencios interrumpidos.
Risas ilógicas.
Grandes ilusiones en negativo.
Horas dispuestas a luchar por ser eternas.
Amigos que nunca vuelven,
por miedo a no ser reconocidos.
Lluvia.
Sol.
Luz.
Y ángeles de la guarda
a la espera de un lucero que rescatar
de la maldad del alma"
(De Libélulas y Azules. Isabel Dávila)
Los ángeles de la guarda no viven en el cielo. Son de carne y hueso y, contra todo pronóstico, no tienen alas. ¿Para qué volar si aquellos a los que deben guardar del mal están anclados a la tierra? Y tierra con minúscula, sí. Están adheridos al suelo, tanto que duermen en él por las noches.
Hablo del voluntario que acompaña a una persona sin hogar al médico por un resfriado. El señor mayor de gafas que va a por el pan y le da la mitad a la mujer que hay en la puerta de la panadería. El Educador Social que estudia, vive y trabaja para los demás. Hablo del Trabajador Social que tramita el futuro socio-económico de una familia. Del médico que deja atrás a su familia para sanar enfermedades en los confines del mundo. Del ingeniero que crea EL pozo que salvará miles de vida. Me refiero al Psicólogo que atiende los casos más extremos de desempleo. Al militar que se aleja de su familia durante meses, arriesgando su vida, para proteger la de otros muchos y velar por sus derechos. Estoy hablando del Integrador Social, que se amolda a cualquier situación social. Al Pedagogo que dedica su vida a la mejora de la educación. Me refiero a cada uno de nosotros. A todas las almas sociales que pueblan el mundo.
Esto es para vosotros, ángeles de la guarda. Sois la esperanza y el consuelo de muchos. Sois la esencia de la grandeza social. Tan enormes como el mundo.
Me voy a tomar la libertad de hacer del día 3 de Marzo, el Día Mundial de las Almas Sociales.
Felicidades a todos. Disfrutad de vuestro día.
Isabel Dávila.

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